El Sur Occidente de Colombia, tierra bendecida por su riqueza y ubicación, conectando al sur con Ecuador y bañada por el pacífico, conteniendo en su intrincada geografía una vasta extensión de selva, cordillera, ríos, manglares y costa marítima, es una tierra en la que aún se disputa el control territorial, que durante más de 4 décadas mantiene en zozobra a sus poblaciones, es una tierra de nadie básicamente por la ausencia estatal.
Esta región estratégica pero invisible a la opinión pública -salvo cuando hay enfrentamientos entre grupos armados y ejército o entre las facciones de las mismas disidencias-, se ha mantenido en medio de una enorme convulsión social casi sin importar el gobierno de turno. La mayor parte de la frontera entre Colombia y Ecuador está conformada por municipios en los que el gobierno se supone debe invertir varios miles de millones de dólares, trabajando con líderes comunitarios, en el marco de los «Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial» o PDET, a raíz de los acuerdos de Paz de La Habana.
Distintos factores que mencionaremos aquí de manera breve, como los cultivos ilícitos, presencia de grupos armados ilegales, minería ilegal, comercio de contrabando, trata de personas y la falta de infraestructura civil, han generado desarraigo, violencia e inestabilidad social y política. Nariño, Cauca y Valle del Cauca son los principales departamentos de esta región, cada uno atravesado por las mismas problemáticas, sin embargo, de cada uno sobresalen municipios
en los cuales el olvido estatal y la violencia son denominador común. Rosas en Cauca, Tumaco en Nariño y Yumbo en Valle del Cauca.
En Rosas, municipio marcado por el conflicto armado, e importante paso de la vía panamericana que conecta a Pasto con Popayán, hombres armados identificados como integrantes de las disidencias de las FARC, en el 2023 incineraron una retroexcavadora perteneciente a una empresa que adelanta una vía alterna. Por otra parte, en 2024, las comunidades han bloqueado la vía panamericana alrededor de 40 veces, casi el doble que el año pasado. Esto llama poderosamente la atención, si tomamos en cuenta que el gobierno colombiano ha buscado generar diálogos y consensos como nunca se hizo en este y otros municipios del Cauca.
Tumaco, es un caso especial, debido a que la compleja geografía mantiene a sus poblaciones apartadas e incomunicadas y han tenido que aprender a vivir rodeados por el agua. Por lo que el abastecimiento de víveres y la atención médica son de difícil acceso. Frente a la falta de vías y presencia de transporte accesible y barato, grupos armados han sido actores que entre sus actividades han tenido que incluir la construcción de carreteras para su propio uso y de paso para uso de las comunidades. Entre los grupos armados ilegales que se encuentran activos están las disidencias de las FARC, que se autodenominan «Guerrillas Campesinas», «Resistencia Campesina», «Guerrillas Unidas del Pacífico», «Los del Vaca» y «Los de Sábalo», el ELN, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), también conocidas como «Los Urabeños» o «Clan del Golfo».
Yumbo, en el departamento de Valle del Cauca, cuya capital Cali es la más importante de esta región del suroccidente colombiano, en los años ochenta fue bastión de la lucha sindical en ese departamento. Allí se libraron importantes luchas obreras y de viviendistas, y donde también ocurrieron las primeras masacres contra el partido político UP. En el año de 1984, un 12 de agosto, 12 miembros de la guerrilla del M-19 que se encontraba en medio de los acuerdos de paz, fueron asesinados por el Ejército Nacional. Actualmente los grupos de mayor predominancia son residuos del paramilitarismo y el narcotráfico. Atentados, allanamientos y sicariatos son el pan diario en Yumbo.
A todo esto, debemos preguntarnos ¿Qué es lo que está en disputa en esta región? ¿qué intereses hay detrás de la dominación de la vertiente cordillerana occidental y el litoral pacífico? El primer gran tesoro de este conflicto es el control de la serranía del Alto Naya; ese sistema montañoso que se une a los farallones y culmina en el litoral pacífico entre Guapi y Buenaventura, una muralla natural que separa la costa del interior, habitado mayoritariamente por indígenas Nasa y Guámbianos, campesinos colonos que huyeron de la violencia liberal-conservadora de los años 40 y negros libertos que se asentaron en las orillas de los ríos que desembocan en el litoral formando territorios ancestrales conocidos como “Consejos Comunitarios Afrodescendientes”.
Sabemos que todo lo mencionado hasta aquí es la causa de los desplazamientos masivos y por lo tanto del desarraigo que viven las comunidades en general, porque, aunque sigan subsistiendo en estos territorios, el desarraigo se produce también cuando la población se ve obligada a cultivar coca o a vivir de la minería informal, lo mismo cuando se ven envueltas en pagos forzosos de impuestos a grupos armados. Esto también es desarraigo. Y en ese sentido, queremos señalar desde Refugio Humano Internacional, la necesidad de revisar estas problemáticas desde la instancia gubernamental pero también desde los organismos multilaterales y sus dependencias de observación de los derechos humanos. Es urgente que se pacifique esta región y se llegue a acuerdos de paz estables y duraderos con los actores armados, de lo contrario la fragmentación del tejido social y balcanización del mismo territorio va a ser irreversible.