Los migrantes del Sur Global enfrentan una compleja realidad que los deja vulnerables tanto en sus países de origen como en los destinos a los que llegan. En sus lugares de origen, suelen enfrentarse a condiciones adversas como la pobreza, la violencia, la inestabilidad política y la falta de oportunidades económicas, lo que los obliga a buscar una vida mejor en otros lugares. Sin embargo, al llegar a sus países de destino, a menudo se encuentran con nuevos desafíos, como la discriminación, la xenofobia, la explotación laboral y la dificultad para acceder a servicios básicos como la salud y la educación.
Esta doble victimización resalta la necesidad de políticas migratorias más humanas y solidarias, que reconozcan y protejan los derechos de los migrantes, promoviendo su integración y contribución a las sociedades de acogida. Además, es crucial abordar las causas fundamentales de la migración en los países de origen para crear un entorno donde las personas no se vean forzadas a abandonar sus hogares. Los conflictos armados, las catástrofes ambientales y las persecuciones religiosas son desafíos globales que afectan profundamente a las sociedades en todo el mundo. Los conflictos armados no solo causan pérdidas humanas y desplazamientos masivos, sino que también destruyen infraestructuras y minan la estabilidad económica y social de las regiones afectadas.
Por otro lado, las catástrofes ambientales, exacerbadas por el cambio climático, amenazan la biodiversidad y la vida humana, provocando fenómenos extremos como huracanes, incendios forestales e inundaciones que devastan comunidades enteras. Además, las persecuciones religiosas representan una violación de los derechos humanos fundamentales, ya que millones de personas se ven obligadas a huir de sus hogares debido a la intolerancia y la discriminación. Abordar estos problemas requiere un enfoque colaborativo e integral para promover la paz, proteger el medio ambiente y asegurar la libertad religiosa en todo el mundo. Las empresas de turismo ilegales, las políticas antimigratorias, las redes de trata de personas, el racismo y la discriminación son fenómenos interrelacionados que afectan a millones de personas en todo el mundo. Las empresas de turismo ilegales a menudo operan en la sombra, explotando la falta de regulación y control para ofrecer servicios que pueden poner en riesgo a los turistas y las comunidades locales. Por otro lado, las políticas restrictivas pueden empujar a las personas a buscar rutas peligrosas o ilegales para migrar, muchas veces cayendo en las manos de redes de trata de personas que se aprovechan de su vulnerabilidad. Simultáneamente, el racismo y la discriminación siguen siendo barreras significativas que perpetúan la desigualdad y la exclusión social.
En definitiva, la reciente medida del Reino Unido que implica la exigencia de visa a un listado de países en los que se incluye a Colombia, da cuenta de que el norte global tiende a restringir cada vez más la migración. Sin embargo, estas restricciones no solucionan el problema de origen, las causas de estas migraciones. Lamentablemente las condiciones de violencia y de pobreza se mantienen y se profundizan, mientras tanto, Colombia es a nivel mundial el segundo país que más solicita asilo. En esa medida, se ha convertido en un problema global, es decir, que se debe abordar de manera global y no con medidas aisladas. Es crucial implementar políticas inclusivas que promuevan la seguridad, la igualdad y los derechos humanos, al mismo tiempo que se fortalecen los mecanismos legales para combatir las actividades ilegales y proteger a las comunidades más vulnerables. La colaboración internacional y el compromiso social son esenciales para crear un mundo más justo y equitativo para todos.