Los recientes acontecimientos bélicos en medio oriente, luego de la avanzada del estado de Israel contra Palestina, han dejado al descubierto lo cerca que está la humanidad de una tercera guerra entre las máximas potencias mundiales. Los conflictos entre Rusia y Ucrania, China y Taiwán, Estados Unidos, Israel, Irán, Líbano, Sudán y el medio oriente ampliado, han debilitado aún más la Paz de los pueblos y en esa medida, la inestabilidad y la violencia causada provocan migraciones y desplazamientos humanos como nunca se ha visto.
De acuerdo a los datos de la ONU, en 2024 el número de desplazados se elevan a 120 millones, el más alto desde que se tiene registro, con Estados Unidos, Canadá, Colombia, México y Perú como los países que más refugiados acogen a nivel mundial. Sin embargo, este número abarca seres humanos en condición de refugiados, solicitantes de asilo, desplazados internos y otros no reportados que requieren protección internacional y que fácilmente puede aumentar por distintos factores, ya sea por desastres naturales que ocurren cada vez con mayor frecuencia, las crisis políticas y económicas de países como Haití o las políticas guerreristas de organismos como la OTAN en zonas de alto interés estratégico, con Estados Unidos, Reino Unido e Israel a la cabeza.
Debemos preguntarnos, ¿Cómo están preparadas las naciones para afrontar la migración forzosa de millones de seres humanos? Ya se ha evidenciado que países desarrollados como los de la Unión Europea, aunque tengan los recursos y la capacidad operativa, no tienen las voluntades políticas para ordenar, regularizar e integrar la migración proveniente de África y Oriente, salvo casos aislados como España, donde su gobierno ha adelantado algunas políticas de gestión migratoria que son insuficientes si tenemos en cuenta los miles de migrantes que mueren en el mediterráneo cada año.
Se hace necesario revisar entonces el Estatuto de los Refugiados de 1951, creado por la Conferencia de Plenipotenciarios sobre el Estatuto de los Refugiados y de los Apátridas en el marco de la Asamblea General de la ONU el 28 de julio de 1951, lo cual fue el resultado de la enorme cantidad de refugiados que dejó la Segunda Guerra Mundial. Si bien el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados de 1967 avanzó en derechos para los refugiados, no hay una buena perspectiva en materia de consolidación de estos derechos a pesar del reciente Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular del 2018 adoptado por la mayoría de países miembros de la ONU.
Desde Refugio Humano Internacional queremos elevar nuestra voz que es la voz de las y los refugiados del mundo. No debemos permitir que avance la guerra y aumente exponencialmente el número de familias exiliadas que no solo sufren el desarraigo, sino que también deben adaptarse en los lugares de acogida a ambientes adversos en todos los aspectos humanos. Es urgente que los gobiernos se comprometan en reducir la contaminación, ya que el impacto del cambio climático ha incrementado los desplazamientos masivos principalmente por sequías y tormentas en regiones de Asia y África.
En esa medida, hacemos un llamado respetuoso a la Conferencia Suramericana sobre Migraciones (CSM) que, en calidad de organismo consultivo entre los gobiernos de Sur América, es un espacio para consensuar acciones ajustadas al derecho internacional de las y los migrantes. De igual forma, instamos a la Organización Internacional de Trabajo (OIT), ACNUR, UNICEF, Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional a que incluya a las organizaciones de base comunitaria en calidad de facilitadores de la Asociación para mejorar las perspectivas de los desplazados forzosos y las comunidades de acogida (PROSPECTS por sus siglas en inglés), ya que la promoción de estos programas debe llegar a los territorios más vulnerables donde tiene incidencia las organizaciones populares, deben ser programas que realmente incidan e impacten en las zonas de exclusión social, pues es allí donde las y los migrantes se ven obligados a establecerse.
Es entonces la migración un fenómeno social que comienza a ser cada vez más protagonista del debate público, al incrementarse el número de desplazados en todos los hemisferios. Y somos nosotros mismos, las y los refugiados, quienes debemos hacernos escuchar y generar así soluciones desde nuestras propias perspectivas. Es nuestra movilidad humana, nuestro trasegar, el que debe también marcar la ruta para un vivir mejor.